apalabrado

Perdí la autoría de mis palabras, primero. Después lisa y llanamente me quedé sin autoridad. Se burlan de mí, me dan significados que no son los que esperaba, me sacan la lengua... Definitivamente, perdí mi autoridad sobre ellas.
Y no es que me disguste esta situación. El gusto está en el paladar, y al haberse liberado el paladar de tanto esto es esto, lo otro es lo otro, a es a, soy el que soy, se es lo que se es, ser es ser, dar es dar, ma es ma, pa es pa, papa, rara, para parar
el mundo adquirió gusto
(el mundo sigue andando a pesar de todo)
a situaciones encajonadas en una lógica que no te podés ni imaginar.
Así que renuncié. A la abstracción de las palabras que no se saben abstractas. Renuncié a las palabras que no se saben palabras. A las que se creen cosa y te acosan.
Yo no quiero plata sucia en mi haber, no quiero prestigio ni falso reconocimiento:
las palabras no son mías, ni tuyas, ni de nadie.
No quiero robar, no quiero que me traten por alguien que es, no soy yo el que escibió estas melodías: esta caja, esta forma que encadena el pensamiento.

Me pregunto: ¿Dios se cree el dueño de las palabras? ¿De todas?
¿Al principio fue la palabra o antes ya había algo? ¿El mundo nació conmigo hecho Dios?
¿Nació con Dios hecho rezo, balbuceo, sentido?

Porque el lenguaje tiene una lógica, el mundo también, la misma, la única, y se da autoridad el maestro declarándose autorizado a determinar lo que está bien dicho y lo que no. Lo mal dicho.
Un libro: un catedrático, un predicador, un médico, encargados del cuerpo y del alma. Trinando los tres una Verdad Única, prohibiendo los dados, el libro predica curaciones, por decreto, la tradición automatizada. Garantizando.
¿Pero qué garantiza una garantía más allá de ella misma?

Desistí. De la autoría de las palabras. No quiero aceptar tamaña responsabilidad, no quiero responder por el mundo, ni por los astros, ni por las penas (ni siquiera por mi placer quiero pagar a precio Único, traducido a mercado). Las palabras son autó-nomas, autománticas y están automatizadas para modelar martirios... iguales, calcados, desfasados del tiempo. ¿Y por qué la letra calca martirios? Porque la letra entra con sangre, después la lógica llega sola.
Desistí de la violencia.
Por correspondencia.

Escondí algunas, desvirtué algunas otras, programé dos o tres para aparecieran en reuniones o en eventos que podrían haberme hecho resaltar, destacarme en virtud de un brillo prácticamente universal... pero el pero apareció, un día, con gusto a siempre. Y las palabras desobedecieron, desoyeron-me. Me dejaron desnudo, me mostraron imitándolas, apenas comprendiéndolas yo, ellas ya sin comprenderme en absoluto.
Y el mundo entero se desilusionó de mí.

Des fasado.
Quedé.
Y no era el infierno, ni mucho menos.

Blancas: Caballo f3 d6,
Negras: Alfil a g4;

Se dice lo que no y se hace eso mismo a la vez, se contruye un no y se lo transgrede una y otra vez, se peca y se arrepiente, hay un penitente pendiente
lleno de penas
que pide perdón, al que está arriba, al que no, al que aceptó el no... al inocente...
¿y qué vas a hacer?
¿declararte culpable?
El juego está trazado de antemano, no hay posibilidad de escapar a las posibilidades (virtuales) que fueron dispuestas.

Alianzas, anillos
.
Un escritorio de por medio, un tipo despeinado, un penitente que lo observa, que aprende a medir las palabras. A en-rolarlas.

Blancas: Peón c4,
Negras: Dama f5;

En el espejo el niño aprende a ser hombre, en el espejo es un adulto que a su vez se está reflejando en el niño... pero entendámonos: en el niño que ese adulto nunca fué.

Blancas: Torre a2, enroque,
Negras: Caballo g1;

El círculo se rompió, y dejé de creer en el círculo, en la brújula... que estalló.
Y las palabras cayeron como cuencas de collar.
Deshilachadas como mi mismo futuro, mi destino here dado. Converso, agrego, quito... empalmo. Palabras desafectadas. Desfasadas. Y aún sigo sin reconstruir el paraíso... que jamás existió. Palabras sin pala
dar.
Creo
que me voy a morir. Pero, ¿cómo te lo explico sin que creas lo peor?