en una fila una familia, uno detrás del otro, mirándonos los nuncas. a un metro de distancia otra fila familiarizada, ordenada, la vista al frente, la vista en el nunca del compañero. mirándonos.
hay un líder.
es un hombre, pero tiene olor a mujer.
le corresponde ordenar las filas en pases e impases. no se trata de aprehender nada. hay que dividir para que las filas permanezcan cohesionadas. todo estaba así desde siempre, desde antes, desde el principio hubieron principios. sin principios nada se justificaría. de algún lugar tuvo que salir todo esto. del Primer Principio. del que todos los principios se originan.
hay un ángel vagando por las calles. no tiene principio ni fin. no tiene alas ni aureola. es apenas un cuerpo más entre todos los cuerpos. pero sin habla ni esperanza. nos mira. nos quiere entender. no entiende de odios ni esperanzas ni de sexos. no entiende qué es eso de la propiedad privada.
el ángel saca un arma de su bolso. dispara a su propia sien pero el disparo... hay nadies que mueren donde nadie se entera. luego dispara contra todos los demás y la sangre se chorrea en el piso. el sentido común se rompe. la gente corre ya no como gente ni como animales. el silencio hace grietas entre los gritos y alaridos.
el ángel da media vuelta y sigue caminando.
no tiene memoria ni espera nada de nadie. tampoco tiene odio que haga consistir su cuerpo.
¿cómo justificamos la imparidad de las filas?
por principio.
4 comentarios:
Me recordaste a Abel y Caín.
Un abrazo desde la Luna. Una lágrima y una sonrisa.
Abel derramaba sangre ante dios y era el preferido. Caín comprendió que quien derramaba sangre tenía un lugar de privilegio. Caín interpretó a su Padre, a su encargado, a su jefe, a su patrón, a su presidente, a su mayor, a su sargento, a su sacerdote. lo necesario es que se derrame sangre, a sí sea de alguien que de tan parecido a nosotros podría ser que lo seamos alguna vez. y antes de que seamos nosotros el que derrama sangre es mejor derramar sangre ajena: sacrificar.
y la vida de sacrificios se inscribió en la frente de Caín con una cifra.
números por aquí y números por allá, cuando los números todavía no existían, eran apenas una familia, una sóla y simple familia.
Caín mató a Abel, quizás por miedo, quizás por resignación, quizás por egoísmo,quizás por frustración, quizás porque sí, o ¿por qué no matarlo, si no sirve para nada?, quizás por hacer justicia, por un ideal, por seguir una revelación, por ver qué pasaba, por investigar en una época donde no era muy sabido lo que era un asesinato, uno real, quizás... todo es cuestión de lugares.
el mundo es una prisión, hay que estar alerta a los códigos del vencindario.
o dejar que las lágrimas derritan la armadura de mandatos y dichos ajenos.
Ni principios ni finales.
Mejor historias eternas que duren siete segundos y digan y hagan lo que se deba hacer, pero no por reglamento, sino por propia convicción.
Arlerquino, un abrazo grande para usted
(es suyo, haga con él lo que quiera)
En realidad losprincipios son finales deverdad sospechosaque sepone alprincipio,para recubrir su origen bastardo,como todo origen....
unabrazo
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