Es la noche 3.006.
Está lloviendo.
No se cuánto tiempo significa ese número. No se cuánto tiempo es el tiempo. Es como si no hubiese pasado nada, pero aún así es el lugar, es el único momento del que parecen estar tejidos todos los momentos. No se cómo explicarlo, pero esa es la imagen que tengo acerca del lugar en el que estoy, el centro sin tiempo del que salen todos los tiempos, que estuvo antes que ahora, y que no deja de ser un por ahora, ahora que es siempre y que teje tiempos entrecruzados.
Yo pensaba que era una prueba más que había puesto mi maestro, que estaba todo programado, me imaginaba dentro de un gigantesco video juego en el que tarde o temprano encontraría la clave para pasar a la otra pantalla, la combinación del conjuro, los círculos y contra-círculos necesarios para abrir la caja fuerte.
Pero ya no se donde habrá quedado esa caja fuerte. Olvidé, sencillamente me olvidé de todo.
El bosque es también una ciudad y la ciudad es un bosque.
De noche salgo a cazar, porque lo demanda mi espíritu que con toda su sangre inflama mis instintos; con fuerza de lo arcaico inflama mi voz, me hace vomitar en lenguas infinitas un grito sinsentido hacia la luna.
Me reflejo.
Se chorrea mi voz y se hunde en los miles de agujeros que tiene la noche, la noche oscura, que se chorrea sobre mi voz como chocolate amargo. Me agujerea. Por todos lados…
Anoche salí a cazar, como todas las noches. Era la noche 3.005. Había invocado a mi deidad protectora: el Moldeador. No sabía si vendría. Lo esperaba como todas las noches entre las esquinas del bosque. A veces llegaba antes de ser invocado, otras veces en el mientras tanto, y otras tantas, la mayoría de las veces -como estoy aquí por ahora- simplemente no llegaba, y me dejaba suspendido en el tiempo más amargo y opaco, el tiempo de la espera.
Anoche agudicé mi olfato, afilé mis odios, afiné mis dientes y oídos acordes a mi turbulencia interior.
Cuando era chico pensaba que el egoísmo era cuando mi hermana no quería compartir lo que ella tenía conmigo. Ella pensaba que el egoísmo era una forma de protesta porque ella no tenía lo que yo sí.
Ella invocaba tormentas, porque conocía algunos elementos naturales. A veces se convertía en un cuervo azabache que revoloteaba cerca, muy cerca, y al menor descuido intentaba sacarme los ojos… para que no vea otra cosa que sus negras alas, de tormentas y eternidad encastrada, por el resto de los días que aún no había gastado.
Cuando era chico le tenía miedo a las tormentas y a los payasos.
Ella lo sabía.
Detrás de su mirada escondía otra mirada; esa otra mirada era lo que yo percibía en las gotas de lluvia que se estrellaban contra el vidrio, en los susurros de los árboles detrás de mí al caminar, en la persistencia de la mala suerte que acechaba mis días cada vez que empezaba la primavera… detrás de su mirada sentía el aletear del cuervo negro.
Luego el egoísmo fue una somnífera sinfonía con la que sintonizaba gente solemne, fue estar en una reunión de personas preocupadas por lo que están vistiendo mientras hablan de negocios –esos mismos negocios que obligan a vestir así pero al menos brindan temas de conversación en caso de reuniones…- mientras del otro lado de la pared la servidumbre se viste de negro y blanco, como todos los días, a causa de la macabra broma del destino que los hizo nacer de aquel lado de la pared y no del otro, del bueno.
El egoísmo es natural. Es parte de cada día, está en todos nosotros. La ciencia ya lo ha demostrado muchas veces: o bien somos el sol y los planetas giran a nuestro alrededor, o bien somos planetas y debemos tener un sol alrededor del cual girar y rotar.
La vi parada en una esquina. (Llegué siguiendo un olor, un murmullo, un recorrer de calles ya recorridas infinitas veces; olor a mujer, sensación de encuentro, rastros de pólvora.) Vestida de vestidos precipitados por dejar de vestir. Vestida de sexo, encendida en la estupidez de una risa inmotivada, envuelta en promesas húmedas.
Si hubiese querido hablar no lo habría logrado, ya conocía esa sensación y ya sabía cuáles eran mis posibilidades y desventajas ante ello.
Le pagué por uno de sus besos, me invitó con un par más y al cabo estábamos en un cuarto de hotel. Revueltos en fantasías… nos refregamos con transpiración, nos untamos saliva y miel, nos amasamos en escenas repetidas que queríamos repetir, nos quemábamos en flujos y reflujos…
Le pagué por más tiempo y me regaló tiempo extra.
Era un paisaje a recorrer, remanso de soledades atascadas, nos convertimos en las vibraciones del fuego, electricidad y choques de mareas; ¡brindamos en la desnudez brindada!: adentrofuera en constante apertura y parpadeo.
De noche salgo a cazar, porque lo demanda mi espíritu que con toda su sangre inflama mis instintos; con fuerza de lo arcaico inflama mi voz, me hace vomitar en lenguas infinitas un grito sinsentido hacia la luna.
Me reflejo.
Se chorrea mi voz y se hunde en los miles de agujeros que tiene la noche, la noche oscura, que se chorrea sobre mi voz como chocolate amargo. Me agujerea. Por todos lados…
Anoche salí a cazar, como todas las noches. Era la noche 3.005. Había invocado a mi deidad protectora: el Moldeador. No sabía si vendría. Lo esperaba como todas las noches entre las esquinas del bosque. A veces llegaba antes de ser invocado, otras veces en el mientras tanto, y otras tantas, la mayoría de las veces -como estoy aquí por ahora- simplemente no llegaba, y me dejaba suspendido en el tiempo más amargo y opaco, el tiempo de la espera.
Anoche agudicé mi olfato, afilé mis odios, afiné mis dientes y oídos acordes a mi turbulencia interior.
Cuando era chico pensaba que el egoísmo era cuando mi hermana no quería compartir lo que ella tenía conmigo. Ella pensaba que el egoísmo era una forma de protesta porque ella no tenía lo que yo sí.
Ella invocaba tormentas, porque conocía algunos elementos naturales. A veces se convertía en un cuervo azabache que revoloteaba cerca, muy cerca, y al menor descuido intentaba sacarme los ojos… para que no vea otra cosa que sus negras alas, de tormentas y eternidad encastrada, por el resto de los días que aún no había gastado.
Cuando era chico le tenía miedo a las tormentas y a los payasos.
Ella lo sabía.
Detrás de su mirada escondía otra mirada; esa otra mirada era lo que yo percibía en las gotas de lluvia que se estrellaban contra el vidrio, en los susurros de los árboles detrás de mí al caminar, en la persistencia de la mala suerte que acechaba mis días cada vez que empezaba la primavera… detrás de su mirada sentía el aletear del cuervo negro.
Luego el egoísmo fue una somnífera sinfonía con la que sintonizaba gente solemne, fue estar en una reunión de personas preocupadas por lo que están vistiendo mientras hablan de negocios –esos mismos negocios que obligan a vestir así pero al menos brindan temas de conversación en caso de reuniones…- mientras del otro lado de la pared la servidumbre se viste de negro y blanco, como todos los días, a causa de la macabra broma del destino que los hizo nacer de aquel lado de la pared y no del otro, del bueno.
El egoísmo es natural. Es parte de cada día, está en todos nosotros. La ciencia ya lo ha demostrado muchas veces: o bien somos el sol y los planetas giran a nuestro alrededor, o bien somos planetas y debemos tener un sol alrededor del cual girar y rotar.
La vi parada en una esquina. (Llegué siguiendo un olor, un murmullo, un recorrer de calles ya recorridas infinitas veces; olor a mujer, sensación de encuentro, rastros de pólvora.) Vestida de vestidos precipitados por dejar de vestir. Vestida de sexo, encendida en la estupidez de una risa inmotivada, envuelta en promesas húmedas.
Si hubiese querido hablar no lo habría logrado, ya conocía esa sensación y ya sabía cuáles eran mis posibilidades y desventajas ante ello.
Le pagué por uno de sus besos, me invitó con un par más y al cabo estábamos en un cuarto de hotel. Revueltos en fantasías… nos refregamos con transpiración, nos untamos saliva y miel, nos amasamos en escenas repetidas que queríamos repetir, nos quemábamos en flujos y reflujos…
Le pagué por más tiempo y me regaló tiempo extra.
Era un paisaje a recorrer, remanso de soledades atascadas, nos convertimos en las vibraciones del fuego, electricidad y choques de mareas; ¡brindamos en la desnudez brindada!: adentrofuera en constante apertura y parpadeo.
(Los tiempos del placer son cortos, son efervescentes… si no se los alimenta con algo nuevo se quedan estancados.)
Ella tenía un secreto. Además de ser mujer también era un hombre que podía convertirme en mujer.
Su cuerpo era un templo. En él se quemaban las esencias y los sueños podridos. Era un signo de los tiempos, un agujero negro alrededor del cual rotaban las sensaciones.
Tenía, y justamente por eso lo brindaba…
Fui el agujero negro alrededor del cual ella gravitaba. Desgarró mis barreras, aluciné el estallido de mis tripas, de mis entrañas revueltas. La sentí como nunca pude sentir a nadie más. Cerca, adentro, afuera, en cada porción del espacio.
Me sentí a mí: del otro lado del espejo.
Ojos negro azabache revoloteaban de un lado a otro de la habitación…
Fue la noche 3.005.
Esa noche soñé que un payaso me llevaba al centro de la tormenta. Al principio no había otra cosa que miedo, pero luego, a medida que pude abrir los ojos y sentir el agua… comprendí que no había más que eso: una persona de sonrisa roja e inmutable en medio de una tormenta.
16 comentarios:
Bien
Fractal para Arleqino
Esa noche… es esta noche del día después
la hora cero antes del oscuro 3006
su voz de diamante raya a fondo
si bajo por el elevador 42 voy al infierno
el 41 me eleva a la edad del cielo
la lluvia baña mi rostro, un mar de luz que resbala por la ventana
esa noche es, en el tiempo de su propia mente
taller en el que me hago real
sin saber de que infierno vengo
que numeración le ha sido asignada
(todo está en calma)
este Arlequino es ante todo
un valet de letras militantes
urna con perfil ignoto
todo esta ahí en esa otra realidad que subyace
en el entramado de un silencio antiguo
que solo conocen los poetas muertos
el códice, su instinto, talvez su frase más importante
…lo importante era estar vivo en el amanecer
de aquella noche incierta
presto al incendio,
arder, porque escrito está
– ¡no producirás tu fruto si no te precede el fuego! -
La caja contiene fuego. la lluvia es fuego,
el beso es fuego, la palabra es fuego
sea donde sea el encuentro
o aun gravitando detrás del espejo
quemarás a tu mujer, quemarás tu tierra,
tu historia, tu programador / la noche antes
(mal proporcionado)
es inútil un moldeador de catálogo de una línea a otra
pese a estas variantes que desquilibran,
una vez engendrado
engendras y la hierba verde nacerá sobre la tierra negra
libertad sobre la muerte. Y el hombre muerto
que no muere ni alardea hazaña. Alzará su frente
bajo el arco de la tormenta, con su sonrisa roja, y la señal
clave para entender sus logros, perforará
el futuro culminante de sombra y ceniza a gota de luz
Mi comentario se ha borrado lo que me lleno de pena...
Mi beso.
Una locura genial, sin duda. Gracias por tu visita, me permitió conocerte (o intuirte) un poquito. By Nirth
No importa cuánto tiempo es el tiempo,sólo el ahora es real,creíble,tangible...
El placer nos aturde hasta la exasperación todo burbujea y somos hechizados,arrebatados,revueltos...
Fermentamos hasta que agria nuestra alma se descompone...
MAS BESOS EN LUNA LLENA
a veces terminamos convirtiéndonos en eso a lo que le tememos...
un hombre
una mujer
un payaso
el tiempo
un moldeado
un moldeador
un muñeco electrónico
una noche
el placer
la indiferencia
la muerte...
tantas facetas como lunas
tantos planetas como giros
tantos rincones como olvidos
tantos recuerdos como sonidos haya bajo el centellear de la lluvia en una noche cualquiera de furiosa tormenta.
...a veces tememos convertirnos en lo desconocido.
Que cosa la del tiempo...siempre es subjetivo, es nuestra vivencia de él...si haces una actividad placentera, te parece que pasa demasiado rápido, si es una actividad no placentera pareciera que no pasa nunca...El egoismo, quien diga que no lo es...todos somos egoistas, y me parece maravilloso priorizar nuestros deseos, antes que los del resto...Andas de caza?, yo se de muchos cazadores que se volvieron presas...jajaja, cuidado con eso...
Besos :)
No es natural, simplemente no hay egoismo...es eso que siempre pasa por el querer el lugar del otro, su tener o su estar, simples simbiosis del camino...de no ser, algunos pendejos le llaman histeria,yo prefiero pensar que todos venimos un poco asi mal echos, maltrechos y a los tumbos,inermeriando....
solo gin tonic y un abrazo
Pase a dejarte mis saludos por el nuevo año. FELIZ 2007!!!
¿Se puede permanecer inmutable en medio de una tormenta? Eso me lleva a escuchar el murmullo de Shakespeare en aquella "Tempestad"...
¿Bendita es la ignorancia de la pasión? Shhh... sólo los relámpagos copulando -en secreta utopía- con las fieras olas del mar lo saben.
Siempre es un placer encontrar un comentario de un blog desconocido. Me encanta descubrir nuevos espacios como este tuyo.
-L'amore è il tuo sangue
-non altro (Cesare Pavese)
Hay instantes en que la vida pareciera a veces un buen guión
en que todo a su tiempo se entrama.
Gracias, ciertamente sintonicé con tu escrito. Más de lo que puedo expresar aquí brevemente.
Impresionante viaje!
De tus letras puedo decir, sin duda alguna, me gusto leerte... Gracias por tu visita a mi espacio... Eres un Link más entre mis Tiras!
Saludos!
Esa misma noche soñé que en el núcleo
del centro de la tormenta,
justo en el ojo de Arlekin había una habitación
un pequeño dormitorio color violeta
decorada con una cama de entelequias,
yo estaba en esa cama describiendo su textura,
la textura de sus palabras pues es lo único que tenia de él,
sus trazos virtuales que me regalaba a través del e-mail
y ahora los tenía conmigo,
cada vocablo que describía las partes de su cuerpo
el recelaba del que vestía de payaso,
era atemorizante como aníbal o hanníbal
el me empezó a enseñar sus facetas…
que fui mirando como en una secuencia
cinematográfica en cámara lenta,
de múltiples flashes. Era una prueba de lo que sentía
lo miraba manipulando los controles de su pc,
como si se tratase de un colosal video juego
o de un eterno karaoke borrando el pasado
a veces me hace enojar conmigo misma
la tentativa de tomarlo por asalto
después la caja, me senté en ella semi desnuda
lo siento me dijo con cierta pena –te expones demasiado-
hay ráfagas de viento de 250 mph
que no puedo controlar – que importa -
encuentra la clave para pasar a la otra pantalla
él me miro, olvidando la caja
me propuso cambiar de universo, tomar un agujero
había miles de agujeros pero no todos disponibles
de pronto apareció un agujero de gusano
en el ojo el tiempo transcurre imperceptiblemente
todo gira alrededor, solo el corazón esta quieto
en una calma absoluta sin tiempo, sin minutos sin horas
una infinidad de nada acontece. Aquí donde se cruzan
todos los meridianos, el polo, el punto de encuentro
del náda que lo es todo y de la ave que es de náda su todo
Dulces besos
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