21.1.07

barroco

una habitación sin puertas ni ventanas, oscuro adentro, luces reflejadas en espejos enfrentados, perspectivas plegadas y replegadas… hacia el infinito.



se conocieron se husmearon se atoraron, olfateó él el rabo de ella, ella lo reconoció por la manera de olfatear, se siguieron un tiempo, se reflejaron a propósito, se desconocieron en consecuencia, en secuencias atoradas, trastabillando ritmos, en sincronía, en una dulce sincronía…

ella sola en su recámara, su oscuridad, buscando los contornos de su cuerpo, dibujándolos, pliegues y flexiones del cuerpo, reflejando sensaciones recorriéndola en espiral: anémonas, ánimas, multiplicidades animosas: anónimas.

sin puertas ni ventanas.
cada sensación es un murmullo en su cuerpo, apagó sus ojos para reconocerlas: eran antiguas pero aparecían por primera vez; por primera vez caminaba su tierra material, su creación, su amada y extraña humanidad, llena de secretos aún para él/ella que todo lo sabía, y sabía incluso los secretos pero se le escondían en los pliegues del universo, en sus curvas sincronizadas.


ella está frente a la computadora, coleccionando estrellas que titilan, ninguna ventana cerca, ninguna puerta, un cofre lleno de mundos que apenas pueden reflejarse desde las porciones equivalentes de su mundo -el de ella- propio; no existen mundos imposibles, sólo existen mundos sincronizados o desconectados, sólo existen ritmos en tiempo abierto hacia el espacio, espacio que quita al tiempo de lugar, de su eternidad inercial, espacio plegado que se pliega hacia adentro y hacia fuera…

un dedo untado en saliva: la magia está conjurada.
finos y largos, los dedos son cálidos, son palomas que cortan el aire, son suaves contactos con un interior que se sale desde poros y olores, un tacto que fluye, un ritmo que atraviesa todos los tiempos, metamorfosis animal, hombre que se aluna en la piel de una mujer, mujer abismada en la luna del espejo: en los pliegues preñados de mundos individuales.

pezones eréctiles, recorridos tangenciales, las imágenes disparadas y en ebullición, chorreando desde la boca –negra leche- los labios, la baba, el mentón afinado, el cuello ofrecido –matandomuriendo-, los pechos abriéndose en decisiones opuestas que son la misma, los pechos coronados con guindas eréctiles, el chorro se derrama y se diluyen en el calor que derrite la nada, la nada que lo combustiona, estalla en chispas disparadas hacia el infinito hacia lo alto, en espirales, en círculos que jamás comparten sus ejes.

se pliega en su entrepierna, comprende su clítoris, erecto como barco a la deriva, comprende su pene, su vigor, desde el otro lado de si misma, navegándola en un mar sin orificios ni límites –ni puertas ni ventanas-, infinito envuelto en sus costas de hombre y mujer: litoral encapsulado frotándola/frotándose, atropellándola, sangrándose…

si piensas no sientes/si sientes no piensas

el pensamiento invade el cuerpo e imagina. in-vagina. hay un loco en la luna que conoce algunos secretos que el universo esconde en sus cofres plegados: los hombres no están hechos para las mujeres/las mujeres no están hechas para los hombres.
el cuerpo se chorrea en el pensamiento y despunta todo lo que no puede ser pensado. hay un mono en la luna masturbándose; acaba de descubrir que dios tiene tetas y que su leche está preñada de todos los mundos posibles; se excita de haberlo descubierto; en siete días se habrá cansado –los tiempos del placer son cortos si no se renuevan- y se pondrá a crear un mundo nuevo: su mundo: sin puertas ni ventanas.
¡basta un flash –un relámpago- para crear un mundo!



no hay verdades reveladas: el mundo ha dejado de ser plano.
es curvo
curvas de mujer a la espera de que el otro –el potente- la seduzca
potencia de mujeres de alargar los penes
no hay Verdad en un universo curvo: hay puntos de vista verdaderos.


ella es el espacio al que da tiempo: el espacio de su cuerpo excitado.





por atrás, pidió el marqués que sabía catar placeres como si se tratase de vinos, de vínculos estáticos.

-¡dame el culo, perra!

y en un golpe de varita, de pensamiento esquizofrénico, ella era la pantalla de los mundos que hacían ebullición dentro de él: ella no estaba.
la cogió por el culo: desafiando a ese dios agonizante y estúpido que no hacía otra cosa que relacionar a con b, este para esta y esta para este otro, mamá y papá, nene y nena hasta que sus hijos los conviertan en dios, el único dios; el velo sobre todos los agujeros; modelo y copio, origino y duplico, así no y así tampoco: una sola verdad plana y sin acordes, plena, sin volumen ni pezones; el dios de la luz y la transparencias, fosilizado y muerto por el espacio y el tiempo, ahogado en el vómito de su propia reflexión, de su nada generalizada: su culpa en el culo
.

-ponte de espaladas a mí, tan desnuda como el universo sin dios, abre tu puerta trasera, que penetre la antorcha preñada de chispas prontas a ser disparadas hacia lo alto, hacia la luz que no dará el final de este túnel.

el culo es una esfera plegada. es estrechez de sincronías veloces, crujientes, salvajes. está cerca de la sangre, está conectado directamente a los latidos, es variación de suertes e infortunios, es el ojo negro de la noche.
el marqués piensa mientras caga/mientras se coge a un joven por el orto.


dios no juzga ni medita.
no conoce, no habla, no oye, no degusta, no palpa, no olfatea, no especula, no planifica, no resuelve, no calma, no imagina: no decide.

dios es la totalidad de los puntos de vista y no es ninguno en particular. es el fluir, la curva, el filo. la composición de los mundos que se unen en sincronía o se desconectan; los mundos desconectados se pierden en habitaciones sin puertas ni ventanas, sin estallidos, sin placer y con el culo tapado de culpa.

una vez quiso dios tener un punto de vista y solo uno: entonces fue cuando asesinaron su alma, crucificándola, para siempre.


cuenta otra historia que el mundo estaba lleno de dioses, que eran bondadosos y gustaban de hacerles favores a sus hermanos mortales; pero los mortales quisieron favoritismo en esos favores y quisieron lo que tenía el otro, siempre los otros, así que los dioses -cautos y sabios- trataron de advertirles que estén donde estén: el otro en sus cabezas será siempre otro.

12.1.07

influencias

la propuesta está hecha
juegas o no.

se propone en una mirada en un minuto tajado en la mitad con un millar de microexplosiones de distancias que acercan y cercanías distantes se propone en un golpe de azar que puede ser un tren hacia ningún lugar o ningún lugar donde pasen trenes que traigan y lleven se propone en un soplo que traiga nuevos sueños que hinchen las alas de los barcos las velas que iluminan las cartas remitidas por los dioses no podemos saberlo pero podemos sentirlo no podemos hacer marcas imborrables pero podemos hacer marcas que conserven un punto de vista: una participación.

hay una montaña de huesos apilados y otros huesos edificando lugares refugios de ciudad que ha devorado a sus habitantes que conforman moléculas y tripas animales en deriva pensando con plena inocencia que piensan cuando eso es apenas el anverso y del osario y de sus cuencas vacías cavernosas brotan delirio y locura que curan curvan alimentan y hasta podríamos sumergirnos cada noche sea de tarde o apenas de mañana… para bañarnos de luna.

¿juegas?

6.1.07

facetas de lunático



Es la noche 3.006.
Está lloviendo.
No se cuánto tiempo significa ese número. No se cuánto tiempo es el tiempo. Es como si no hubiese pasado nada, pero aún así es el lugar, es el único momento del que parecen estar tejidos todos los momentos. No se cómo explicarlo, pero esa es la imagen que tengo acerca del lugar en el que estoy, el centro sin tiempo del que salen todos los tiempos, que estuvo antes que ahora, y que no deja de ser un por ahora, ahora que es siempre y que teje tiempos entrecruzados.
Yo pensaba que era una prueba más que había puesto mi maestro, que estaba todo programado, me imaginaba dentro de un gigantesco video juego en el que tarde o temprano encontraría la clave para pasar a la otra pantalla, la combinación del conjuro, los círculos y contra-círculos necesarios para abrir la caja fuerte.
Pero ya no se donde habrá quedado esa caja fuerte. Olvidé, sencillamente me olvidé de todo.
El bosque es también una ciudad y la ciudad es un bosque.
De noche salgo a cazar, porque lo demanda mi espíritu que con toda su sangre inflama mis instintos; con fuerza de lo arcaico inflama mi voz, me hace vomitar en lenguas infinitas un grito sinsentido hacia la luna.
Me reflejo.
Se chorrea mi voz y se hunde en los miles de agujeros que tiene la noche, la noche oscura, que se chorrea sobre mi voz como chocolate amargo. Me agujerea. Por todos lados…

Anoche salí a cazar, como todas las noches. Era la noche 3.005. Había invocado a mi deidad protectora: el Moldeador. No sabía si vendría. Lo esperaba como todas las noches entre las esquinas del bosque. A veces llegaba antes de ser invocado, otras veces en el mientras tanto, y otras tantas, la mayoría de las veces -como estoy aquí por ahora- simplemente no llegaba, y me dejaba suspendido en el tiempo más amargo y opaco, el tiempo de la espera.
Anoche agudicé mi olfato, afilé mis odios, afiné mis dientes y oídos acordes a mi turbulencia interior.


Cuando era chico pensaba que el egoísmo era cuando mi hermana no quería compartir lo que ella tenía conmigo. Ella pensaba que el egoísmo era una forma de protesta porque ella no tenía lo que yo sí.
Ella invocaba tormentas, porque conocía algunos elementos naturales. A veces se convertía en un cuervo azabache que revoloteaba cerca, muy cerca, y al menor descuido intentaba sacarme los ojos… para que no vea otra cosa que sus negras alas, de tormentas y eternidad encastrada, por el resto de los días que aún no había gastado.
Cuando era chico le tenía miedo a las tormentas y a los payasos.
Ella lo sabía.
Detrás de su mirada escondía otra mirada; esa otra mirada era lo que yo percibía en las gotas de lluvia que se estrellaban contra el vidrio, en los susurros de los árboles detrás de mí al caminar, en la persistencia de la mala suerte que acechaba mis días cada vez que empezaba la primavera… detrás de su mirada sentía el aletear del cuervo negro.

Luego el egoísmo fue una somnífera sinfonía con la que sintonizaba gente solemne, fue estar en una reunión de personas preocupadas por lo que están vistiendo mientras hablan de negocios –esos mismos negocios que obligan a vestir así pero al menos brindan temas de conversación en caso de reuniones…- mientras del otro lado de la pared la servidumbre se viste de negro y blanco, como todos los días, a causa de la macabra broma del destino que los hizo nacer de aquel lado de la pared y no del otro, del bueno.
El egoísmo es natural. Es parte de cada día, está en todos nosotros. La ciencia ya lo ha demostrado muchas veces: o bien somos el sol y los planetas giran a nuestro alrededor, o bien somos planetas y debemos tener un sol alrededor del cual girar y rotar.


La vi parada en una esquina. (Llegué siguiendo un olor, un murmullo, un recorrer de calles ya recorridas infinitas veces; olor a mujer, sensación de encuentro, rastros de pólvora.) Vestida de vestidos precipitados por dejar de vestir. Vestida de sexo, encendida en la estupidez de una risa inmotivada, envuelta en promesas húmedas.
Si hubiese querido hablar no lo habría logrado, ya conocía esa sensación y ya sabía cuáles eran mis posibilidades y desventajas ante ello.
Le pagué por uno de sus besos, me invitó con un par más y al cabo estábamos en un cuarto de hotel. Revueltos en fantasías… nos refregamos con transpiración, nos untamos saliva y miel, nos amasamos en escenas repetidas que queríamos repetir, nos quemábamos en flujos y reflujos…
Le pagué por más tiempo y me regaló tiempo extra.
Era un paisaje a recorrer, remanso de soledades atascadas, nos convertimos en las vibraciones del fuego, electricidad y choques de mareas; ¡brindamos en la desnudez brindada!: adentrofuera en constante apertura y parpadeo.

(Los tiempos del placer son cortos, son efervescentes… si no se los alimenta con algo nuevo se quedan estancados.)

Ella tenía un secreto. Además de ser mujer también era un hombre que podía convertirme en mujer.

Su cuerpo era un templo. En él se quemaban las esencias y los sueños podridos. Era un signo de los tiempos, un agujero negro alrededor del cual rotaban las sensaciones.
Tenía, y justamente por eso lo brindaba…
Fui el agujero negro alrededor del cual ella gravitaba. Desgarró mis barreras, aluciné el estallido de mis tripas, de mis entrañas revueltas. La sentí como nunca pude sentir a nadie más. Cerca, adentro, afuera, en cada porción del espacio.
Me sentí a mí: del otro lado del espejo.
Ojos negro azabache revoloteaban de un lado a otro de la habitación…


Fue la noche 3.005.
Esa noche soñé que un payaso me llevaba al centro de la tormenta. Al principio no había otra cosa que miedo, pero luego, a medida que pude abrir los ojos y sentir el agua… comprendí que no había más que eso: una persona de sonrisa roja e inmutable en medio de una tormenta.